jueves, 30 de abril de 2009

Flema mexicana

La ciudad es un espectáculo. Algunas personas toman el sol y caminan por las calles con y sin cubrebocas. Parece un viernes santo cualquiera, un prolongado viernes santo. La vida sigue tan tranquila y normalmente como se puede (sin cine, restoranes, ni espectáculos). En el blog de la redacción de Letras libres hay un post bien interesante, que habla de la sensatez y obediencia civil con que los chilangos hemos tomado el asunto.

Yo tengo una hipótesis para explicar la supuesta o real “flema mexicana”, que se concreta en las siguientes frases:

1) “Al gobierno no se le puede creer nada.”
2) “Al que le toca, le toca.”
3) “A los medios ni quien les crea.”
4) “La vida no vale nada.”
5) “A mi no me va pasar.”
6) “Es un compló
7) “De algo me he de morir.”
8) “A mi me hace lo que el viento a Juárez”

En resumen, una mezcla de temeridad –incredulidad-fatalismo que permite afrontar sin (demasiadas) reacciones histéricas este mal trago. Estoy buscando un vídeo de un suceso similar en Beijing hace unos añitos que muestra a hasta que punto esta curiosa idiosincrasia nuestra, puede salvarnos de una epidemia incontrolable.

miércoles, 29 de abril de 2009

El culpable

jueves, 16 de abril de 2009

La plaza de la Conchita


Este blog se esta cansando de ser una plañidera. Si lo que faltan no son planeadores sino implementadores urbanos, este blog gasta inútilmente sus fuerzas en quejarse y proponer soluciones. Además y con ser mi primogénito y con mucho el mayor de mis blogs, se siente totalmente desplazado por sus hermanos menores que son muy monotemáticos, pero eso sí, mucho más visitados.

Por eso, para no alimentar su pena, en esta ocasión voy hablar de una plaza de las más bellas, seguras, urbanas pero con reminiscencias provincianas y ¡asómbrense! libre de ambulantes o mejor dicho, de comercio ilegal: la plaza de la Conchita (a ver si esta última palabra, tan mal sonante en América del Sur, atrae algunos visitantes).

Sí, la plaza de la Conchita esta en el barrio del mismo nombre, en Coyoacán, debe su nombre a una pequeña capilla dedicada a la Purísima o Inmaculada Concepción en el centro de la amplia y arbolada plaza. La plaza cuenta con pocos establecimientos comerciales en su perímetro (y no hacen falta más) dos cafés de medio pelo y una heladería ídem.

La plaza tiene lo necesario para hacer lo que debe hacerse en una plaza: caminar, platicar, pasear al perro, besarse. Los andadores están empedrados, lo que no resulta muy amable a las carriolas y los tobillos endebles envejecidos, pero permite imaginar las plazas de antaño, las de las fotos, fundidas con las calles, sin acotamientos porque el espacio era todo de los peatones (que eran todos).

La plaza cuenta con abundante vegetación y sombra. Su famosa capilla, es testigo de contadas ceremonias pero vale muy bien la visita (por dentro y por fuera). Por fuera, esta ilustre señora, es ahora una leprosa, tiene restos de una decoración interesantísima en argamasa, que se pierde a pasos agigantados y pide gritos una restauradita, que ojalá sus amables (y potentados) vecinos, promuevan, antes de que se pierda del todo su portada. Yo me anoto para hacer la restauración.