martes, 30 de marzo de 2010

Papalotes


Uno de los encantos de esta ciudad es poder encontrar colonias con sus propias y muy curiosas tradiciones. Desde hace años, al pasar cualquier tarde sobre Periférico, muy cerca de San Ángel, veía yo papalotes a muy considerable altura, y no uno ¡muchos! Y me preguntaba si aquello era una tradición familiar o algo parecido y quería escribir al respecto, lo que suponía hacer una investigación de campo para la que no he tenido tiempo. Por fortuna, ayer, los de Reforma, se adelantaron y publicaron esta nota.
Los papaloteros de San Ángel compiten entre ellos como el protagonista del libro Cometas en el cielo.
En México llamamos papalotes a las cometas, sobre su historia e importancia, ver aquí.

Animan ritual de papalotes

Por Yaokóatl Chávez
(29-Mar-2010).-

Sostenidas sólo por un hilo, figuras de papel arroz surcan el aire al sur de la Ciudad de México.
En la Colonia Jardines de San Ángel Inn, en la Álvaro Obregón, niños, jóvenes y adultos como Luis, Brian, Enrique, Marcos y Elisa, mantienen el gusto por volar papalotes.
Desde Periférico Sur, a la altura de San Ángel, se pueden apreciar los trozos de papel volando.
Y no es casual, pues la zona está cerca de la Colonia Progreso, donde se ubica la sastrería La Tradición IV, atendida por la familia Hernández, en donde se venden y fabrican estas artesanías.
Brian y Luis, de 8 y 14 años de edad, encuentran en los papalotes un pasatiempo mejor que la televisión o los videojuegos.
"Me llena volar un papalote, me satisface", dice Brian.
Los niños y jóvenes no sólo ven elevarse sus figuras tradicionales de papel, sino que compiten entre ellos para derribarlas.
"Los elevamos, y si hay otros (papalotes) echas competencias con ellos.
"Debes de jalar rápido tu hilo para que el otro se reviente. Son los fines de semana cuando, junto con mis primos, volamos papalotes. Volar un papalote es algo padre porque hay gente que no puede", expresa Enrique, de 15 años.
Desde una azotea, Enrique y su primo Luis compiten contra los amigos de Brian, y buscan bajar los papalotes de los contrarios.
La diversión es posible también para los hermanos Marcos y Elisa Hernández, quienes se dedican a la producción de papalotes -de 4, 6 y hasta 8 palos de madera- desde hace 30 años.
"Hacer papalotes es una terapia, es una forma de salirnos de la rutina de la sastrería. (Nuestros) hermanos mayores hacían los papalotes, después fuimos aprendiendo nosotros y fue como empezamos", cuenta Marcos.
Elisa recuerda que disfrutaba ver cómo sus hermanos hacían los papalotes y le gustó, pero también le abrió los ojos a un posible negocio.
"Estando aquí en la sastrería fue como vimos que era negocio, pues mi hermano Marcos es el que empezó su elaboración y yo empecé a ayudarle. Los que más se venden son los hexagonales", explica.
Los amantes de los papalotes, incluso de otras zonas, ya saben que esa sastrería es más que un lugar para arreglar ropa, como José Felipe Espíndola, quien lleva a sus dos hijos a elegir cometas.
La niña elige un papalote blanco con la figura de un puma en papel rosa, su hermano toma un papalote de color negro con la máscara de "Scream Scary Movie" en color blanco.
"Hoy venimos por dos papalotes, hilo y cola, porque sin la cola nomás no vuelan", explica Espíndola. "Volar un papalote es como ver una fogata o una cascada, (...) es una actividad que relaja".
A la sastrería acuden clientes hasta dos veces por semana a comprar aditamentos como carretes de hilo o colas de tela, pero ahí se fabrican rombos, hexágonos y octágonos en diseños variados, que van desde hojas de maple canadiense, kittis, máscaras de luchadores, escudos de equipos de futbol, hasta diseños abstractos de varios colores.
"(Volar papalotes) te regresa a la infancia, vuelves a sentir como niño", dice Héctor, sobrino de Elisa e hijo de Marcos. "Los papalotes son cosas creativas que nos pueden llevar a muchas ideas más allá de los videojuegos. Para volar un papalote necesitas mostrar tu sensibilidad, tu creatividad y hasta tu personalidad".

Mariposas sin alas
La palabra papalote proviene del náhuatl y quiere decir "mariposa". Sus precios varían:
• 20 pesos cuestan los cometas de cuatro palos de madera, de 40 centímetros de diámetro.
• 80 pesos cuestan los de seis palos, de 80 centímetros de diámetro.
• 200 pesos cuestan los cometas de ocho palos, de 1.20 metros de diámetro.
• 40 pesos cuesta la madeja de hilo de 270 metros.
• 10 pesos cuestan las colas de tela.

A dónde ir:
• Sastrería "La Tradición IV", ubicada en la Calle Tamaulipas, esquina con Jalapa, Colonia Progreso en Álvaro Obregón.
• Teléfonos: 5681-3536 y 5683-0777.
• Correo: papalotesglob@hotmail.com


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